En la mayoría de Organizaciones no se habla de los conflictos… hasta que ya es demasiado tarde. No nos han enseñado a identificarlos, a abordarlos, ni a convertirlos en una palanca de crecimiento. Y sin embargo, lo son.
Porque un conflicto no es solo una discusión acalorada. Un conflicto es cualquier desacuerdo no resuelto. Puede ser un malentendido, una expectativa no cumplida o una decisión que no se ha explicado bien. Lo importante no es evitarlo, sino saber qué hacer cuando aparece.
El verdadero problema: no saber qué hacer
Muchas personas ven el conflicto como una amenaza, algo que hay que esquivar. Pero en realidad, el conflicto es necesario para que las relaciones evolucionen. Nos obliga a frenar, revisar, reajustar y crecer. Lo que daña a los equipos no es el conflicto en sí, sino la falta de gestión: mirar a otro lado, acumular tensiones o actuar de forma pasiva o agresiva.
Uno de los indicadores más claros de que un conflicto no se está gestionando bien es cuando emergen los famosos "reinos de taifas" o compartimentos estancos. Grupos que no se hablan, departamentos que se ignoran, personas que trabajan con más desconfianza que colaboración. Esto no sucede por casualidad: es señal de que hay conversaciones pendientes y emociones no expresadas.

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